Sinopsis
En este libro, el primero de Elia Quiñones, los poemas son trampas vegetales y «la prosa ayuda a rellenar algunas bolsas de suero invisible». Los poemas muerden y la prosa (tachada, aislada, ensimismada, desobediente, afilada como un hacha) ayuda a regenerar el tejido de la atención, la espera y la vida. Por La lógica de los refugios pasan, nerviosas y encendidas, como buscando un hueco donde cobijarse (desván, contenedor, garaje, tren de cercanías, casa familiar, cajas de cerillas, piscina, cuerpos de amantes, sueños, la consulta de un dentista, un museo), metáforas y sintagmas y versos que proceden del extrarradio de la razón. Poesía, en consecuencia, peligrosa, malherida, turbulenta, dulce en su deambular mientras busca un lugar posible donde anudarse a lo que hay. La poesía de alguien que se canta a sí misma de noche en la cama para espantar sus miedos o, quizás, para, desafiante, danzar con ellos a ver quién se agota antes.